Por los que un dia cogieron ese ultimo tren

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En la mañana del jueves 11 de marzo de 2004 la ciudad de Madrid era víctima del mayor ataque jamás vivido en el que fallecieron 191 personas y casi 2.000 resultaron heridas. Se produjo una cadena de atentados sin precedentes en la historia de Europa, que destruyó cuatro trenes abarrotados en tres estaciones de la capital española.

Un día que produjo cambios drásticos en la vida de muchas personas, tanto de todos los heridos, todos los familiares de los afectados y aquellos héroes que salvaron vidas. Fue un hecho devastador. No solo en los corazones de los familiares, de los afectados , o madrileños. Fue importante para toda España, y nunca lo olvidaremos ninguno de nosotros.

Las personas que no hemos vivido esta situación en primera persona solemos recordar este día en contadas ocasiones al año, y no podemos hacer más que ser solidarios con aquellos que viven día a día las consecuencias de este gran asesinato del que nunca se halló culpable.

Una situación de la que muchas personas no saldrían, o si esto se produjera, sería difícil de superar. Algunos se quedarían estancados en le pérdida, en el dolor, en lo que pudo ser, en el ¿por qué me paso a mi?, sin pensar en el camino que les queda, en caminar adelante, en el pensamiento positivo de que siempre existe un mañana y una nueva oportunidad de comenzar.

Es difícil imaginar como superar algo así. Cómo salir de esa pesadilla que se puede repetir cada vez que te subes a algún tren. Porque igual que le sucedió a esas personas, ¿quién dice que no te podría haber pasado a ti?

Hoy se cumplen nueve años de este 11 de marzo, y traemos un testimonio de cómo ver el lado positivo de la vida puede ayudarnos a salir adelante y quitar todas las partes negativas de la vida para que podamos seguir manteniendo lo que de verdad es importante.

El 11-M, Tomás Jiménez viajaba en el quinto vagón del tren de la estación de El Pozo.

“El atentado me cambió para mejorar. Sabes que lo que estás viviendo es de más. Aquel 11-M, por un lado, fue para mejor, ves la vida de otra forma. También es verdad que por tener un carácter más abierto y positivo me dije a mí mismo que esto hay que quitárselo de encima y no tuve que recurrir ni a psicólogos ni a psiquiatras. Al poco tiempo cogí el mismo tren y me senté en el mismo asiento. Al año, se guardó un minuto de silencio y yo fui el único del trabajo que no pude salir a la calle. Entonces se me caían las lágrimas. A los cuatro años, me llamó un psicólogo para preguntarme qué tal estaba y si requería de su ayuda. ¡Anda, que si lo hubiera necesitado! También a los cuatro años, fue peor con el Consorcio de Seguros. Fue como si se rieran de nosotros. Ahí es cuando realmente pensé: ¡Éstos son los que me van causar a mí la depresión de verdad! Todos los años, en estas fechas, enciendo en casa una de esas velas aromatizadas. Mi familia se piensa que es porque me gusta, pero yo la enciendo en recuerdo del 11-M”.

Por los que un día cogieron ese ultimo tren.